Bien es cierto que cuando concebí este Blog, lo hice con la intención de centrar sus publicaciones en artículos que tuviesen que ver con la historia y cultura extremeña. Pero no podía, ni quería, dejar pasar esta madrugada sin rendir un pequeño y humilde homenaje a un barco que hace 100 años, exactamente a ésta misma hora, se perdía para siempre en las profundidades del Atlántico Norte acompañado por 1.517 almas. Se cumple un siglo ya de leyenda Titanic, de la desaparición del "Buque de los Sueños", pero aún hoy, su historia sigue presente entre todos nosotros. Se siente en el pecho, se siente en los huesos y se siente en el corazón. Sirva este escrito para la memoria de sus víctimas y para el recuerdo del que fue uno de los hitos más importantes de todo el siglo XX
“A este barco no lo
hunde ni Dios”, posiblemente, una de las frases menos afortunadas
de toda la historia de la humanidad. Algunas fuentes se la atribuyen
al Capitán Edward John Smith, otras, a un camarero que lanzo al aire
este órdago cuando el insumergible partía desde Southampton con
destino a Nueva York. Posiblemente dicha frase nunca fuese
pronunciada, o lo fue tantas veces, que sería difícil atribuirle
autoría, pero bien es cierto que supuso el inicio de una leyenda que
todavía hoy continúa, la leyenda del Titanic.
No se puede entender la
historia del Titanic sin bucear, nunca mejor dicho, en las más
profundas raíces que llevaron al ser humano a construir colosal obra. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que el Titanic fue
hijo de su tiempo, pero no un hijo cualquiera, era el vástago
predilecto en el cual se volcaron todas las aspiraciones y esperanzas
de los hombres del momento, que no eran otros que aquellos que con su
trabajo y esfuerzo habían venido desarrollado durante el último
siglo y medio todo el proceso de Revolución Industrial. Es por tanto
la construcción de este buque el culmen (al menos hasta aquel
entonces) de la mayor revolución socio-económica, tecnológica y
cultural de la historia de la humanidad desde la Revolución
Neolítica.
Fue el Titanic una
máquina de vapor provista de 29 calderas alimentadas por 159 hornos
de carbón, los cuales generaban una potencia máxima de 59.000 CV.
que permitirían a la bestia hacer la travesía Southampton – Nueva
York en siete días; Colón tardaría más de un mes en hacer su
viaje transatlántico. En resumidas cuentas, el Titanic era la
manifestación de la evolución humana, de sus capacidades técnicas
y de sus increíbles avances. Tal vez por ello aún perdura su
memoria, porque su construcción supuso el regocijo del ego humano,
estableciendo de una vez por todas, y con una autoridad indiscutible,
el dominio del hombre sobre los mares.
Con todo ello, la
tecnología puntera del Titanic no era lo que lo hacía único, ya
que fue uno de los tres barcos “hermanos” (Titanic, Olympic y
Gigantic, posteriormente este último Britannic) de la clase Olympic
construidos en los astilleros Harland and Wolff (Belfast, Irlanda del
Norte). La característica principal que hizo a ésta nave
inigualable fue su suntuosidad, siendo el barco más lujoso que jamás
se había construido. Sus salones y cubiertas de primera clase
parecían extraídos del mismísimo Versalles, y sus calidades poco
tenían que envidiar a las de éste. Todo el barco, desde la majestuosa y
aún hoy célebre Escalera del Reloj, hasta el último de sus
remaches, fue concebido como una grandiosa obra de arte.
El 10 de Abril de 1912 el
buque estrella de la White Start Line partía hacia su abisal
destino. A bordo, entre pasaje y tripulación, un total de 2.227
personas. La capacidad de la flotilla de botes salvavidas apenas
alcanzaba la mitad de esa cifra. Las matemáticas anunciaban la
tragedia que posteriormente se viviría.
Entre sus pasajeros había
gentes de todo tipo y extracción social. La primera clase estaba
ocupada por los grandes banqueros y magnates internacionales, los
cuales acudieron al viaje inaugural del Titanic, en la mayoría de
los casos, por puro placer, siendo para ellos este viaje poco más
que un crucero, un evento al que personas de su status debían acudir
para relacionarse con otros miembros influyentes de la aristocracia
del momento. La cosa era muy distinta en la segunda y tercera clase.
En sus cubiertas viajaban familias enteras que buscaban una vida
mejor en América, habiendo tenido que vender, en no pocos casos,
todas sus posesiones para poder comprar los pasajes. Miles de
personas ponían sus ilusiones y sus sueños en una nueva tierra la
cual decían estar llena de oportunidades y ser el hogar de la libertad,
dejando atrás a la vieja Europa sobre la cual ya se adivinaban tiempos oscuros de muerte y guerra.
El 13 de Abril se
recibieron los primeros informes de avistamiento de grandes bloques
de hielo en la ruta del Titanic, recibiendo al menos una docena de
avisos de iceberg. El Capitán altero el rumbo al sur, no lo
suficiente, al menos no aquel año, manteniendo la velocidad de 22 nudos. El atardecer del
día 14 de Abril el Titanic vio por ultima vez la puesta de Sol.
Una noche tranquila como
hay pocas en el mar, el Capitán E.J. Smith se retiro a descansar
sobre las 23:00 horas dejando al mando a su segundo, el primer
oficial William Murdoch, con orden de mantener rumbo y velocidad.
Cuarenta minutos después, a las 23:40 del 14 de Abril, el vigía
Frederick Fleet avistó a poco más de 500 metros un iceberg que se
alzaba unos 30 metros sobre la superficie del nivel del mar. El
Titanic tardaba 3 kilómetros en detenerse por completo. En un
intento desesperado por evitar la colisión, Murdoch giró todo a
babor activando la contramarcha. En el último minuto se evito la
colisión frontal, pero a unos 6 metros bajo la superficie del mar,
un costado oculto del iceberg acuchilló por 6 veces al barco
insumergible, sumando más de 100 metros la longitud de sus grietas.
En apenas un par de minutos el destino quedó sellado.
Resultó entonces que el
Titanic, alabado por ser una maravilla de la ingeniería moderna, no
estaba tan bien construido. Los mamparos herméticos no llegaban a la
cubierta de tercera clase, por lo cual, como en una reacción en
cadena, el agua fue inundando los compartimentos estancos de
estribor. El Titanic tardaría un máximo de 4 horas en irse a pique,
y con él la soberbia humana de haber desafiado a las fuerzas de
naturaleza habiéndose creído por encima de ella.
Desde ese momento, el
pánico y el más primitivo instinto de supervivencia se apoderó del
transatlántico. Sobrevivieron 705 personas, muchas de las cuales
contaron como en la hora más oscura del Titanic, mientras el caos y
la confusión imperaba, la orquesta de primera clase continuó
tocando hasta el inevitable momento final, distinguiéndose entre los
gritos, los acordes de “Nearer, my God, to Thee” (“Más cerca
de Tí Señor”), siendo éste el réquiem final de un barco, al que
curiosamente, ni tan siquiera Dios podía hundir.